domingo, septiembre 09, 2007

Paseo 69: Los metales nocturnos de Francisco Umbral; Barcelona: Planeta, 2003


In memoriam


Umbral, estás en los periódicos, en la radio, en la televisión, en internet, en las charlas de los cafés, en boca de tus amigos, de tus enemigos, de la gente que no ha leído tus libros, de los que sí los han leído...
Te has ido, nos dicen, pero tú has venido aquí a hablar de tu libro. Nada quieres saber de otras cuestiones. Exiges hablar de tu literatura: tu vida. Eres un personaje polémico, atrevido, extravagante, de talante altivo (a veces pareces un dandi).
Has venido aquí a hablar de tu libro, haces bien, es lo que te importa. Alguien dijo que tú no eres el mejor escritor, pero sí el que mejor escribe. No sé si estarás de acuerdo. Yo no entro en detalles. Te has ido y yo me quedo pendiente de tu libro, porque de eso se trata, el que ahora leo tras tu marcha, Los metales nocturnos, el que leía antes de que te fueras. Me quedo atrapado en sus giros y expresiones dentro de una novela de ambiente decadente en un Madrid de droga, sexo, putas, narcos, camellos, persecuciones, cárceles, escritores en busca de sí mismos... Me pierdo detrás de esa "luna que se ha parado como un reloj", entre esa "conjuración de azules", tras ese "racimo de jardines", entre una muerte que "es el ama de llaves de los solitarios", detrás de "ese hombre que sube una escalera", tras "esa sobredosis de whisky, y a mí el whisky siempre me da lírico, como a otros les da matón"...Porque, después de todo, lo lírico flota en ese ambiente cutre y decadente donde un escritor llamado Jonás deambula toda una noche por temor a la muerte. Lo lírico está también en Onésima la pardala, en su ternura inocente, en la Gata María que busca en la cárcel un rayo de sol en la ventana, en ese agobiante mundillo que refleja el vacío de la existencia, el absurdo, el sinsentido.
De toda esa galería de personajes de la novela: El Papa Julián, Defoe, Jacob Jacob, Tomás Tomás, Ada, Juarecito, Culo Rosa, Electa, Jonás, Umbral...Me quedo con esa ternura disfrazada de humor ácido, mordaz, irónico en esas alusiones intertextuales tan frecuentes, con tu sensibilidad lingüística, con ese estilo tan personal y cuidado.
Me enternece ese amor a los gatos reflejado en tu obra y en tu columna periodística"los placeres y los días": "El gato es al tigre lo que el violín a la música".
Siempre estarás vivo en tus libros, Umbral, y si existe la reencarnación seguro que serás gato. Nuestras siete vidas, ¿recuerdas?

"Yo he venido a hablar de mi libro", grandioso.

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