sábado, febrero 25, 2006

Trigésimo séptimo paseo: Farsas Francesas de la Edad Media ; Madrid: M. Aguilar Editor, 1945



Oigo el tintineo constante de la lluvia toda la tarde. Es un gozo interno sentirla caer. Tengo un libro entre las manos. Es un libro pequeñito forrado en piel de color azul oscuro, de escaso tamaño (apenas mide 12X7,5 cms) de la colección Crisol. Es una versión moderna que publicó M. Aguilar Editor en 1945 con prólogo y notas de Santiago Magariños. Tengo cariño a este librito. Era de mi abuela. Recuerdo que ella lo leía en muchas ocasiones. Yo lo tengo desde que ella murió y no lo había leído esperando tiempos mejores. Ahora lo hago con su recuerdo vivo tras cada página. Es un recuerdo, pues, agridulce el que me lleva a adentrarme en estas piececitas de teatro, farsas, donde lo particular, lo individual, los hechos, los sucesos, los personajes (pastorcillos tiernos, hombres hipócritas, maridos burlados, charlatanes, mujeres mandonas, suegras inaguantables, etc ) aparecen para hacernos reír y pasar un rato agradable. La farsa es un género eminentemente popular que a veces se acerca a lo grosero, picante y alegre. En este libro se incluyen algunas farsas que poseen toda la gracia francesa, la finura de observación y ambiente de la época.
En definitiva, unas historias tiernas, desenfadadas, de autores conocidos y de otros de los que se desconoce el nombre y nada se sabe, son las que están reunidas en este librito tan especial que hoy les presento y que les aconsejo.

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domingo, febrero 19, 2006


Trigésimo sexto paseo: No escribir de Pureza Canelo; Salamanca: Algaida, 1999


Brevedad es todo


Leo la poesía de otros,
la buena fruta, el dedo en agalla roja
que abrimos junto al ojo húmedo del alma,
el buen pescado, el asombro compartido,
que ya no invade el deseo de arrimar la mía
cuando te la sirven otros.
La poesía que se mueve mejor
que la voz a solas cuando fue mi amante
en olas concéntricas del agua
salina o dulce, según la destreza
de un milano que caía sólo a por mí
para destrucción de estas manos
detrás de su tiempo, mi lengua.

Leo la poesía de otros,
no importa de qué siglo
ni la edad cuando se vació el amigo,
si brevedad es todo, lo que hoy son
mis huesos hechos ya
barandilla de mirador tan alto
como uncido a la perpetua brizna
de la rosa o existencia, tan cantadas.

Asociarme con el universo tomado
por los otros, es el arco
del tiempo que hace sincera la palabra
en la noche gola de versos y más versos
dentro de mi casa
la travesía de la creación,
y ajustarnos un sol también perecedero,
amigos que en mí escriben, mandan, saben.
sosteniendo yo la culpa.

Así va pasando mi tiempo de escritura,
el de la saciedad que la pasión ajena
me regala y ciñe de hemisferio
las apetencias, pues soy cómplice
en el saber respirar de estos valientes
que apoyan su columna en mis hombros
sueltos hacedores en la noche
opero nunca, nunca desarmados.


Si brevedad es rosa o existencia,
la creación también amaga y pierde
como un caballo hermano
que un día desaparecerá de niebla
por tobillos rápidos de luz,
luz vencida de tanto crear vencido,
como mi fruta, mi pescado
y toda la hilera de balcones
que han sido siempre los poetas.

La salvación, la perdición ajena,
ya son mías,
y en lo sucesivo más.



Pureza Canelo es una escritora extremeña que me gusta mucho por la emoción que me transmiten sus versos, cargados de gran hondura y sensibilidad, de vida transformada en poesía, de poesía convertida en vida.
Pureza Canelo es presidenta de la Fundación Gerardo Diego y la primera mujer que ganó el Premio Adonais en 1970, por su libro Lugar común. Considera que su poesía no ofrece una “especial sensibilidad” para ciertos temas. La escritora se muestra tajante: “No existe poesía femenina, la creación no tiene sexo”. Ha obtenido numerosos premios por sus trabajos. Entre ellos el II Premio de Poesía “Ciudad de Salamanca” por su obra No escribir, un libro de poesía dentro de la poesía, de meditaciones sobre la propia creación poética, de vitalismo y escritura, de lucha por huir de la creación y de la irremediable atracción por la misma, de la relación con otros poetas a través de la poesía, de cercanía con un lector cómplice, de la dificultad de crear, de brindar oportunidades a nuevos poetas, de orgullo por lo conseguido en unos versos, de la eterna lucha entre la pereza y la obligación, libro del que, para termina, la autora nos explica:

No escribir es un poemario de larvado registro autobiográfico. Con un tema unitario, trabado con la máxima organicidad que he podido ir vaciando poema tras poema, sin conceder respiro a otra visión que no fuera meditar sobre el silencio prolongado de mi poesía, que no busca hueco para escribirse porque la vida real, día a día, tal vez supere lo inefable de la creación misma. Además de este núcleo temático, se superpone otro no precisamente fácil de ser anclado en escritura poética: desconfiar de la escritura misma, aquella que te hizo amarla intensamente, y, a la que después de los años, abandonas porque quieres tú o te abandona porque quiere ella. Este libro, con o sin acierto, ha querido rebelarse contra la insolente ambición creadora que alberga todo poeta incluso cuando éste ejerce la autocrítica desde la pasión y la inteligencia desveladas... poema a poema, verso tras verso, de confesión en confesión lo más sinceramente que he podido. Esta vez en No escribir he tratado de huir de la fabulación y he luchado todo lo posible para sortear la cita con el llamado fingimiento de la creación poética. “
( Publicado en la solapa de la edición de Algaida)












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sábado, febrero 11, 2006

Trigésimo quinto paseo: La colmena (1951) de Camilo José Cela ; Barcelona: Plaza & Janés , 1999

La colmena es una obra clave en la novelística contemporánea . Es una novela abierta. No hay argumento propiamente dicho, no hay desenlace, todo queda inconcluso.
La novela está dividida en secuencias de longitud variable y separadas por un espacio en blanco. La suma de esas secuencias, de esas piezas, es el conjunto de los celdas, panales, de la colmena. La novela se desarrolla en pocos días. Hay un constante avance y retroceso en el tiempo. No se respeta el orden cronológico, lo que aporta mayor complejidad a la obra . Asistimos a una poblada galería de personajes, casi caricaturescos en ocasiones, gentes mediocres y a menudo de escasa moralidad . Abundan los despreciables e hipócritas, aunque también encontramos figuras conmovedoras, desvalidas, apaleadas por la vida. Los personajes se relacionan unos con otros . Un personaje nos pone en contacto con otro, éste último, a su vez , nos lleva hasta otro y así sucesivamente. Se trata de contar las peripecias de diferentes personajes; éstos forman el ambiente y la esencia de la estructura de la obra. Son vidas que transcurren paralelas y entrecruzadas. Es un ir y venir de personajes (estructura caleidoscópica). Esas vidas tejen un vivir colectivo, que sería el objetivo primordial que busca el autor: la vida de Madrid en 1942. Cela hablaba de “novela reloj “ donde cada pieza precisa de las demás para que marche el mecanismo.
Hay una secuencia de la novela que quizás no sea la más importante, pero que sí resume, a mi modo de ver, ese apaleamiento de la vida sobre los personajes . Se trata de la secuencia del hombre enfermo que se suicidó porque olía a cebolla (Pags 282 ,283 )

“ Estaba enfermo y sin un real, pero se suicidó porque olía a cebolla”


Es una escena impresionante donde el hombre habla con su mujer. Estaba desesperado por el olor a cebolla. Eso le desagrada, le pone nervioso. Dice que incluso el corazón le huele a cebolla. La cebolla está vista como el fracaso, la pobreza, la derrota ante la vida. Es un momento dramático, el hombre desea la muerte porque ese olor a cebolla permanente, le vuelve loco. La mujer le propone que se lave las manos, que beba un vaso de leche, que haga algo, en definitiva, pero el hombre todo lo descarta, quiere morir muy deprisa porque “cada vez huele más a cebolla” , a pobreza , a existencia ruin y miserable. La mujer escucha y quiere calmarle pero nada consigue, al fin admite que huele a cebolla, pretende quitar hierro al asunto . Abre entonces la ventana para que el olor se vaya, cree que con ello todo se solucionará. No entiende que las acciones están ajenas a la mente de su marido. No entiende que lo que le pasa a su marido está relacionado con el alma, con la forma en que siente esa pobreza, esa existencia que no le gusta. El hombre empieza a llorar y grita que cierre la ventana, que no quiere que se vaya el olor a cebolla. Y es que es lo único que tiene, la constancia de ese olor. El hombre es la imagen de la desesperación, de la irremediable realidad. Manda a su mujer que le traiga una taza de agua (insiste en que quiere taza y no vaso ). La mujer escucha desde la cocina un golpe sobre las losetas y un “berrido infernal”. El hombre se había suicidado. La mujer no puede hablar, nos dice el narrador, pero de poder hacerlo habría dicho: “Nada, que olía un poco a cebolla”. Ese “nada”, demuestra que el olor a cebolla no era problema para la mujer, pero sí para el hombre, que no era capaz de seguir viviendo con ello porque era una realidad de la que no podía huir. Una realidad que le hacía mella, que le mataba poco a poco. Es terrible. Me impresiona mucho este episodio. Es el hombre en medio de su destino, sin poder huir, incapaz de salir de él. Odiándolo y aferrándose a él al mismo tiempo, viviendo una realidad de la que sólo puede huir a través de la muerte. Nada se nos dice explícitamente sobre los problemas del hombre, sólo conocemos que es pobre, "sin un real", y que está enfermo. Es suficiente para entender su desesperación.
Es un episodio que podemos interpretar, como el resto de la novela, desde el punto de vista existencial y tocando ya el aspecto social. Cada secuencia podría desglosarse en múltiples interpretaciones. Cada vida de los personajes es digna de reseña. Las pinceladas ,casi impresionistas, a través de las cuales conocemos a los personajes son magistrales, uno de los mayores aciertos de la novela desde mi punto de vista.
Lean la novela. Relean esta novela, innovadora en su día, que ha soportado el paso del tiempo. La disfrutarán sin duda. Y para los que prefiera el otro medio, el audiovisual, ahí tienen la versión basada en la novela que Mario Camus realizó en 1982 , que consiguió no pocos premios y que recrea perfectamente el ambiente de la misma.




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viernes, febrero 03, 2006

Trigésimo cuarto paseo: “Las Coplas a la muerte de su padre”; en: Poesías completas de Jorge Manrique; Madrid: Espasa-Calpe, 1997

Jorge Manrique es un poeta español del siglo XV muy interesante. De su obra conservada nos interesan las Coplas, obra maestra donde el poeta expresa con gran hondura y sinceridad sus sentimientos ante la brevedad de la vida y la vanidad de las cosas mundanas.
Jorge Manrique no es un autor festivo con el que pasemos buenos ratos, sin duda por la temática escogida: la muerte, pero la literatura es algo más que entretener y divertir, nos hace sentir, estremecernos, reflexionar... Su lectura nos proporciona profundidad sobre una realidad que está ahí, temida, dormida, ignorada.
Las coplas son una obra de finales de la Edad Media que hereda toda la tradición de temas paganos griegos y latinos, de tópicos repetidos en la época, verdades eternas que el poeta sintió íntimamente como si antes de él nadie lo hubiese sentido y que siguen sonando en nuestra memoria como si no hubiera pasado el tiempo. Se trata de una dolorosa elegía en la que lamenta sentenciosa y melancólicamente la inestabilidad de los bienes de la fortuna, la fugacidad de la vida humana y el poder igualatorio de la muerte. La virtud personal es lo único que desafía al tiempo y al destino. Tras una reflexión filosófica con la esperanza de una vida futura, hace el elogio fúnebre de su padre. Aparecen, además, sentimientos suficientemente conocidos por todos nosotros como el dolor por la ausencia física que la muerte de su padre le provoca. Igualmente hay una contemplación de la vida como bien perecedero y mortal, del tiempo como víctima del mismo tiempo, de la belleza como objeto de nostalgia más que de celebración.
El carácter eterno de las Coplas lo podemos ver recordando algunos versos de las mismas:

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo después, de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquier tiempo passado
fue mejor.
[...]
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
[...]

Terribles verdades que acompañan nuestra realidad.

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